Publicado en el diario Expansión el 15 de noviembre de 2001.
El funcionamiento de los bancos de inversión está sujeto a fuertes conflictos de intereses. Dos de los mas importantes son los que existen entre los departamentos de corporate finance y análisis de empresas y corporate finance y gestión de patrimonios. Así como el segundo de ellos esta razonablemente bien enfocado en los grandes bancos, el primero en plena efervescencia, es una difícil asignatura pendiente.*
Estos dos conflictos son cualitativamente distintos del que plantea la utilización masiva del capital para financiar posiciones propias. Si bien en aquellos casos los conflictos se generan como consecuencia de la actividad esencial del banco, este último corrompe esa actividad esencial y la transforma en algo distinto, mucho más parecida a la de un banco comercial.
Una compañía de seguros es una institución financiera que asume un riesgo del que libera a sus clientes, cobrando por ello una prima. Su éxito consiste en tener una cartera de riesgo bien distribuida que le permita ser rentable. Un banco comercial también asume un riesgo y libera a un sector de su clientela, los ahorradores, parcial o totalmente de ese riesgo. Sin embargo el servicio principal que da es la intermediación, es decir la conexión de agentes que ahorran con agentes que necesitan financiación, mediante la interposición de su propio balance obteniendo un margen. Consigue de esta forma aislar la demanda de la oferta de fondos. Su éxito consigue en pagar poco por los depósitos cobrar mucho por los créditos y acertar en la evaluación de la solvencia de los clientes a los que les presta dinero.
El banco de inversión es un intermediario puro que conectando a ahorradores y prestatarios no les libera del riesgo, aunque lo hace asumible al operar con activos que cotizan en mercados. Esta es la única institución financiera que puede ser "neutral" con sus clientes, tanto ahorradores como emisores, porque no interpone su balance en el proceso de intermediación. A diferencia de un banco comercial, el de inversión cobra comisiones a inversores y empresas, pero el precio de los recursos financieros que pasan de unos a otros, solo afecta a los clientes del banco y no al banco mismo. El riesgo lo asumen los clientes a cambio de una rentabilidad esperada mas alta y de la liquidez que da el que los títulos coticen en mercados organizados.
Si aceptamos estas definiciones como buenas aproximaciones a la realidad histórica, es claro que los conflictos del departamento de corporate finance, con el de análisis de empresas o con el de gestión de patrimonios, son propios de la actividad esencial del banco de inversión. Si el departamento de análisis cede a las presiones del de corporate finance o si los gestores de cartera no son suficientemente independientes como para poder rechazar el papel de una colocación liderada por el propio banco, se puede perturbar perversamente la neutralidad que necesita el banco a la hora de poner el precio a una emisión. El banco se enfrenta a un conflicto entre departamentos que representan intereses divergentes de clientes, conflicto que ni puede ni debe eludir. De hecho una de las razones por las que cobra comisiones es por encontrar una solución aceptable a esa situación, solución que se basa en equilibrar transparentemente las fuerzas de oferta y demanda que refleja su clientela.
La utilización del capital propio implica que el banco de inversión va a interponer su balance entre sus clientes. Esa interposición produce un cambio en la esencia de la actividad del banco pues a partir de ese momento el precio del activo financiero a colocar no enfrenta ahorradores y emisores, sino a los ahorradores con el banco y a los emisores con el banco, lo cual descalifica automáticamente la labor de asesoría de empresas, la labor del departamento de análisis y la credibilidad de los asesores de los inversores ya sean gestores de cartera o personas físicas.
Es difícil imaginar una institución que con una mano coloca un activo que ella posee en su cartera y con otra nos de una recomendación "no interesada" sobre la bondad de ese activo. Parece también exótico que esa misma institución nos recomiende el precio al que podemos emitir capital, cuando esa ampliación nos la va a comprar para su propia cartera.
La utilización masiva de capital nos lleva al nacimiento de instituciones que se podrían definir como bancos comerciales corporativos, instituciones que podrán ser exitosas pero que serán definitivamente distintas de los bancos de inversión.
El valor añadido fundamental de un banco es la creación y transmisión de ideas utiles para sus clientes. Esto unido a la enorme competencia que existe en el mercado de trabajo supone otra importante fuente de inestabilidad.
Las ideas son un producto de difícil comercialización. No se pagan por adelantado y una vez transmitidas son fácilmente copiables y con fuertes desincentivos a su justa remuneración. Con un producto de estas características es imprescindible que las "relaciones" con los clientes sean estables a largo plazo, dado que es la única forma de poder comercializarlo eficientemente. Estas relaciones a largo plazo se basan en la confianza que genera el conocimiento profundo de las personas y de las instituciones. Dado que las ideas solo las producen las personas, el capital humano en el factor crítico para los bancos de inversión, tanto en lo que respecta a su calidad como a su permanencia. Es imposible mantener relaciones a largo si hay una rotación de personal grande sobre todo en los puestos claves de atención al cliente.
La desaparición del concepto de partneships en el sector ha producido un nivel de rotación de personal que ha cambiado rápidamente una cultura "relacional" por una cultura "transaccional", lo cual debilita extraordinariamente la base de la actividad del banco. Es entendible que en este contexto se utilice cada vez más el capital financiero para sustituir al capital humano lo que hemos dicho que desvirtúa la esencia del banco de inversión.
* Ver articulo en Expansión (con fecha 30 de junio de 2001).