El medio ambiente sin duda va a ser el centro de atención de la vida social, económica y política en los próximos quince años. La razón de esta importancia es que el medio ambiente es el recurso “escaso”, ciertamente en los países desarrollados y muy próximamente en los países emergentes. Como ha pasado siempre, la vida política, económica y social se reorganiza rápidamente ante las restricciones de desarrollo que plantea un recurso escaso y difícilmente sustituible. Aparece una concienciación de los ciudadanos que perciben lo que está en juego, lo que inicia inmediatamente la reacción de las fuerzas sociales, económicas y políticas. Nacen asociaciones que alertan, informan y presionan para que se tenga en cuenta la nueva situación. Se generan inmediatamente oportunidades económicas para producir los bienes y servicios que demanda la sociedad. Simultáneamente aparecen nuevas corrientes políticas que hacen propuestas diversas para definir la regulación y la organización social en función de los nuevos retos que se plantean.
Si esta descripción de la situación se ajusta a la realidad, tiene todo el sentido político que en los países desarrollados:
a) Los partidos convencionales (socialdemócratas, liberales y conservadores) den un peso cada vez más importante a sus propuestas referentes al medio ambiente.
b) Surjan nuevos proyectos políticos que se articulen alrededor del medio ambiente como el sector clave de la actividad socio-económica.
Probablemente en los próximos quince años un partido verde va a gobernar en un país desarrollado. No me refiero a un partido conservador, socialdemócrata o liberal muy centrado en el medio ambiente, sino a un partido que articule su propuesta política en los retos medioambientales. ¿Qué argumentos apoyan esta creencia?
En primer lugar, la importancia que van a dar los ciudadanos al medio ambiente. Las sociedades desarrolladas tienen unos retos sobre los niveles de bienestar económico, salud, protección, seguridad, etc., limitados. Los individuos no parecen más felices, una vez alcanzado un nivel de bienestar razonable, porque tengan un nivel económico más alto. El nivel de desarrollo nos ha llevado a que el empleo del tiempo libre y la calidad de vida sean la preocupación más importante.
Parece claro que el factor clave de ese planteamiento es el medio ambiente, no solo porque es el espacio natural al que la sociedad mira para satisfacer esas preferencias, sino porque ese espacio natural se deteriora rápidamente. Incluso podríamos pensar que el deterioro llegase a tal extremo que se produjese un retroceso del nivel de desarrollo alcanzado y que pasásemos a acercarnos a los problemas que tenían los países desarrollados hace un siglo.
En segundo lugar, las fuerzas políticas convencionales van a tratar de captar e integrar las nuevas demandas medio ambientales que plantea la ciudadanía en su oferta de medidas políticas. Aquéllas que las integren de forma más efectiva ganarán las elecciones.
Creo sin embargo que una oferta articulada alrededor del medio ambiente puede tener un mayor atractivo. No es lo mismo introducir un nuevo factor clave en una maquinaria ya existente, que en parte va a echar arena a los nuevos engranajes que se tienen que instalar, que empezar de cero con una maquinaria diseñada para hacer frente a los nuevos retos que se plantean.
Evidentemente habrá factores de eficiencia (habrá partidos verdes que lo harán bien y otros mal), de competencia (habrá partidos convencionales que lo harán mejor o peor que los verdes) y de timing (habrá quien llegue con la propuesta adecuada en el momento adecuado y quién se adelante o retrase). Sin embargo veo difícil que la ventaja que da el estar centrado en el problema crucial no vaya a dar como resultado que en algún país desarrollado gobierne un partido verde. La constitución de un partido verde en el 2010 tiene que tener como objetivo estratégico ganar las elecciones generales.
Vivimos en el siglo XXI, las cosas pasan muy deprisa, la información se transmite rápida y eficientemente y los ciudadanos acumulan más materia gris que en ningún otro momento de la historia. Debemos tener siempre presente que el ganar unas elecciones exige una propuesta que convenza a una gran proporción del electorado y eso plantea condicionantes a cualquier fuerza política que quiera ser ambiciosamente exitosa. Creo que se pueden hacer dos recomendaciones para un proyecto político ecologista.
En primer lugar hay que evitar lo que en Europa parece la irresistible tentación de enmarcar un partido verde en la izquierda. Hay varias razones que aconsejan no caer en ese error.
a) Si se tiene como objetivo gobernar no se puede eliminar, a priori, a más de un tercio del electorado y luego ponerse a competir por el resto.
En la derecha hay un potencial relevante de votantes para un partido verde. No es válido el argumento de que la derecha no es ecologista cuando se define el ecologismo (sin necesidad) como de izquierdas, o lo que es lo mismo, no podemos decir que solo se puede ser ecologista siendo de izquierdas y quejarnos luego de que a la derecha no le guste la ecología.
Cosa distinta es que las políticas que trate de implementar un partido ecologista estén tomadas en mayor proporción de la llamada izquierda que de la llamada derecha. Sin embargo es muy distinto el predecir esta situación de hecho que caer en el error de identificarse con una opción global concreta. Lo primero es inocuo, lo segundo es abandonar el objetivo de poder ganar las elecciones con un partido verde independiente y condenarse a ser el complemento sectorial de un partido generalista.
b) Dado el sectarismo de la vida política hay un gran porcentaje de votos que están predefinidos para la derecha o para la izquierda con independencia de las medidas que se tomen o incluso del éxito que obtengan. Sin embargo esa predefinición está basada en general en aspectos secundarios de la vida social. En los temas esenciales los grandes partidos tienen políticas que se diferencian mucho más por estar o no en el poder, de lo que se diferencian por ser de derechas o izquierdas. El medio ambiente será probablemente un aspecto clave en la diferenciación de las opciones políticas de los próximos años. En este aspecto si se marcarán diferencias, por lo que sería una fuerte limitación que en esa situación los verdes se asimilen a un tipo de opción política cuyo centro de interés es de otro tipo y quizá de otro tiempo.
En segundo lugar un partido verde no puede alinearse con una ideología antisistema. El sistema en el que viven los países desarrollados (a diferencia del fascismo, el comunismo, el autoritarismo o el populismo) se basa en la libertad individual, derechos iguales, tolerancia mutua, libertad económica, sufragio universal, gobierno que se rige por la ley y un estado que interviene en la actividad económica para suplir los fallos del mercado y para ayudar a que exista una cierta igualdad social, sobre todo igualdad de oportunidades. Todos los gobiernos y estados de los países desarrollados utilizan ese sistema, poniendo más o menos énfasis en una medidas u otras y teniendo más o menos acierto a la hora de solucionar los conflictos y problemas que tienen las sociedades modernas.
El medio ambiente es un problema muy importante, crucial en el futuro cercano, pero que solo se puede y se debe tratar dentro del sistema. El nivel de desarrollo técnico que existe para afrontar el problema del medio ambiente es suficiente para poder listar un montón de medidas adecuadas a esos retos. Entre estas podemos decir cuáles son las que se deben tomar en función de sus costes y beneficios.
El sistema está preparado para asimilar el reto que plantea para el futuro de la humanidad el medio ambiente. Lo que hace falta es la voluntad y el acierto político de llevar a cabo las medidas necesarias y convenientes y si no se tiene éxito dejar que otras voluntades políticas rectifiquen los errores y perseveren en los aciertos.
La experiencia verde francesa, a pesar de tener un líder carismático como “Dani” ha sido paradigmática si la evaluamos como una opción para gobernar el país. Es cierto que se puede recoger un porcentaje de votos entre antisistemas y populistas, pero su opción de gobernar o de tener algún futuro político serio es nulo. Por el contrario, el reciente pragmatismo de los verdes alemanes les ha hecho obtener rendimientos políticos relevantes. Al final hay una cuestión clave, no es lo mismo recoger protestas, que plantear propuestas que sean coherentes.